No queda línea que cruzar

Después de la muerte de su padre, Stacy Randall es criada por su madre constantemente ocupada, dejándola con poca compañía excepto el cachorro que su padre le había dejado. Con el paso de los años, el perro se convierte en su único compañero verdadero. Pero un fatídico día, Stacy se horroriza al descubrir que Rosa Giles, la ayudante de la familia, ha cocinado a su amada mascota. La revelación devasta a Stacy y rompe el vínculo de confianza que alguna vez tuvo con Rosa.